Traté de organizar  lo mejor que pude mis pensamientos.

En esos pocos momentos de lucidez pensé en llamar a un taxi, pero no tenía escrito en ninguna parte en chino el nombre del hotel. Podría ir a otro hotel, pero ¿y si no aceptaban tarjetas de crédito? no llevaba suficiente dinero…

Vale, tengo mis tarjetas de crédito pero donde encuentro yo un cajero automático? Aún así, eso agravaría más la situación. Primero un banco, después un hotel. Y dónde encontraría un hotel? No, todo eso había que descartarlo!

Demasiado complicado!

Y sí, es cierto que podría haber seguido preguntando a la gente hasta que ese uno entre cincuenta y ocho Shanghaienses, al menos según las estadísticas, me pudiera decir dónde estaba la estación de metro. Pero es que todas esas personas parecían jóvenes, la mayoría de ellos tendrían la mitad, incluso una tercera parte de mi edad.

Uno puede esperar que muchos de ellos que estaban en edad universitaria chapurrarían el inglés y, sin embargo la realidad desmentía la verdad. La china se abría paso en el mundo y el inglés era el vernacular internacional. ¿Cómo podrían ellos abrazar al resto de la humanidad si no sabían utilizarlo ni siquiera como lengua franca. Encontré un puñado de individuos que podían enlazar algunas frases sueltas pero que no me entendían cuando les decía la palabra tren y que relacionaban la palabra metro con un supermercado. Señalaban continuamente por encima de los cientos de cabezas que nos rodeaban hacia las tiendas a través de la ancha calle justo al lado de donde estaba el gran cartel de la tienda Metro.

Más tarde (demasiado tarde ya) me di cuenta que las palabras tren y metro contenían una r, consonante que no existe en su idioma y por tanto, casi imposible para que me entendieran bien.

Cuando lo pienso, fue prácticamente imposible; no solo eran los sonidos de las consonantes los que faltaban en su idioma, yo tenía una pronunciación diferente, una entonación diferente, un acento diferente, ¡todo era diferente! Aún así, ellos hicieron todo lo que pudieron para ayudarme. Si me dijeron una que el met-lo estaba situado en la parte más allá de la calle me lo debieron decir cien veces:

Y una vez más, un anciano, más joven que yo, con un sombrero y una sonrisa desdentada me dio un golpecito por detrás en el hombro. Por enésima vez, alguien me estaba apuntando en la misma dirección equivocada;

No, Yo no necesito más tiendas, gracias! Tengo todo lo que necesito aquí, le dije, señalando a mis bolsas.

protesté en inglés con una sonrisa resignada. Podría haber estado hablando en un lenguaje extra-terrestre, a él le hubiera dado igual.

No sabía cómo reproducir el sonido o el movimiento de un tren (¿alguien que tenga más de cinco años lo sabe?) y cualquier intento de hacerlo podría significar que me vinieran a buscar como han hecho a las damas bailarinas de Shanghai. Sentí un escalofrío solo por  pensar en ello y  rápidamente descarté cualquier posibilidad de hacer payasadas peligrosas.

Así que pregunté y pregunté pero nadie podía entender que lo que quería era un tren o,  para ser menos preciso, una estación de metro, presumiendo que tarde o temprano aparecería el tren en la estación.

Debí preguntar a unas treinta personas más o menos pero nada! Me quedé hundido.

 Bueno, si la ley de los posibilidades no funcionaba, la ley de Murphy sí, y en su forma más cruel. Incluso mi teléfono se había quedado sin batería, así que no podría llamar a un amigo, por mucho que eso me ayudara. Aunque más tarde, pensé que al menos yo podría haber subido un tren a la pantalla.  Mmm … algo acaba de ocurrir allí…

Una idea

Podría…Poder (el psique profundo empieza a trabajar aquí ahora. Lector, mantente a la espera), la potencia y el misterio de la palabra poder, el origen del pensamiento y el propulsor del progreso. Poder, yo podría

Yo no había caído todavía en la cuenta. Pero tampoco la gran mayoría de nosotros ya que los miles de millones de pensamientos y frases que se forman cada día con podría son pasivos (quiero decir, no son deliberadamente pensados y llevados a cabo) en lugar de activos, la gran mayoría se agotan en la nada como la última chispa de un fuego artificial que se muere en la oscuridad de la noche. Y, sin embargo, a pesar de no  darme cuenta entonces, en ese nanosegundo sucedió. Ocurrió algo que se materializaría desde el primer instante como si de un milagro se tratara   Fue el momento en el que la mariposa batió sus alas.

Cuando la mariposa bate sus alas ...

El germén estaba allí. La primera piedra se había colocado. Pero como no se me ocurrió en ese preciso momento seguir la pista “yo podría”, que mi psique había arrojado, volví de nuevo al modo de pensamiento loco y me quedé reflexionando perversamente  si mataba a tiros a todo el mundo en un restaurante de comida rápida al estilo americano Cuantos más, mejor … pero no tenía un arma de fuego… Eran los caprichos malvados de la mente. Un loquero se lo pasaría en grande conmigo.

Ufff! Para ya! Este fue un pensamiento peligroso. Ahora sé cómo empieza todo esto! A ese paso podría pasar cualquier cosa; la diferencia entre la cordura y la locura no era más que una línea fina y los pensadores serios como tú y yo bien sabemos  que es mejor guardarlo bajo llave. Más vale no meneallo.

Podría ser una broma de mal gusto ahora, pero sin darme cuenta yo, también podría ser la semilla inicial para un masacre al estilo americano en mi próximo viaje a los Estados Unidos (me hicieron pagar cinco céntimos por una bolsita extra de sal en un sucursal McDonalds en Nueva Jersey la última vez que estuve allí y me seguía irritando). Me alejé de esa zona oscura del cerebro. Debo calmarme y esperar.

A menudo había leído que “somos lo que comemos”, pero se me ocurrió que también “somos lo que pensamos“. Fue un momento positivo. Hemos escuchado un millón de veces que todo está en la mente, un tópico paradójico que se ha llegado a usar de forma tan excesiva que se nos ha olvidado que está cargada de razón capaz de cambiarnos la vida, a diferencia de la gran mayoría de los demás estereotipos.

Sin embargo;  una vez escuchado y asimilado de manera subconsciente, procedemos a relegarlo a la papelera de la mente como si fuera un topicazo cualquiera. Instintivamente he cambiado el modo de pensar de menos a más. Este fue un instante carpe diem. Todo dependía de mí. Yo podía! Para sobrevivir en esta jungla alienígena, tenía que expulsar semejante negatividad extrema de mi cabeza.

Necesitaba determinar mi mejor juicio con calma y filosofía y simplemente esperar.

Esperé.

Continuará