Dos parejas de mediana edad se colocaron junto a mí. Yo frenéticamente, aunque sin sentido, señalé mis bolsas de plástico con el nombre del mercado interior grabado en ellas y los cuatro, en un alarde de trabajo en equipo, me apuntaron al unisono en esa dirección, claro, ¿dónde, si no? Estaba tan desconcertado en ese momento que mis acciones no tenían ni pies ni cabeza. Se estaba oscuriendo cada vez mas rápido. Estaba que no podía. ¿Dónde podría dormir? ¿Iba a ser secuestrado en la oscuridad, en el frío de la noche durmiendo en algún portal de una tienda en una callejuela? ¡No, por favor. Dios no lo quiera! ¿Me asaltarían y me dejarían allí tirado? (De acuerdo, tomad mi dinero, pero por favor, NO mi pasaporte. Coged las cosas que compré en el mercado, cogedlo todo, pero no me quitais el pasaporte). Ser asaltado pero con mi  pasaporte todavía en mi poder sería el menor de los males. Nunca había sido atracado, pero hay una primera vez para todo.
Lector, esto es lo que sucede cuando uno va cuesta abajo y sin frenos. Nunca se me había ocurrido que alguna vez me iba a encontrar en una situación como esta. (¿No nos ha pasado a todos nosotros en algún momento? Con todo respeto).

Mi cerebro empezó a funcionar de forma exagerada e incontenida.  Como un motor a altas revoluciones y mi mente, lo siguió. Las imágenes más dantescas surgieron de mi psique más profundo, apareciendo como formas grotescas bailando la danza macabra de la muerte. Se acomodaban con terquedad en la pantalla de mis sueños mientras una figura diabólica con largos cuernos me hacía señas para que me avanzara. Estaba paralizado de miedo pero hechizado a la vez y mi cuerpo seguía avanzando entre la multitud.

El diablo que yo conocí

Fue peor que cualquier pesadilla y se me ocurrió que éstas casi nunca ocurren durante el sueño nocturno.

Aparecieron algunas nubes oscuras en la zona de penumbra que querían hundirme y arrastrarme hacia los aledaños del infierno para un flirteo con el diablo. Estaba cerca, lo podía sentir. Yo estaba ya fuera de mí.

Tenía una sensación gélida muy incómoda. Entonces escuché gritar nuevamente: Haipat, Haipat! pero no vi a ningún proveedor en esta ocasión. Aun así, resonó hondo, quedándose clavado en mi cabeza.

El hombre que tenía a mi lado tenía un pollo en una jaula que estaba cacareando locamente pero lo extraño es que no estaba agitando la cabeza como los pollos suelen hacer. La razón de esto es que no era un pollo normal. Emitía unos ruidos que nunca antes había escuchado de un pollo. Pude ver sus ojos saltones. El fuego que se percibía en su mirada parecía el infierno y parecía que iba a atravesarme. Sentí sus ojos demoníacos en la parte posterior de la cabeza. Tuve una terrible sensación.  El pollo estaba tratando de salir de la jaula e ir a por mí. Me quedé helado. Era la mismísima encarnación del demonio.

Un pollo de mucho cuidado!

Recordé sombríamente haber aplastado un pollo que estaba cruzando la calla principal en Durrow, una pequeña población en el condado de Laois, hace mucho años durante mi viaje a Dublín en coche dejándolo como un crepe rojiblanco en la carretera. Cuando lo vi, era demasiado tarde. No solamente me dieron ganas de vomitar, sino que, además, me sentí fatal por el pobre pollo.

Qué malo había hecho ese pollo? El solo quería llegar al otro lado de la carretera como todo pollo que no está confinados en una granja, tal como se viene haciendo desde tiempos inmemoriales, incluso cuando no había carreteras. Eso es lo que les gusta hacer los pollos. Es genético, como cuando un perro entierra un hueso en el jardín. Cada pollo libre tiene que hacerlo al menos una vez en su vida, es como ir a la Meca, no puede faltar. Recé inconscientemente pidiendo que no fuera su primera vez.

No todos los pollos son fundamentalistas

Eran las 5 de la mañana, no se divisaba ni un alma. Había salido de Cork a las 3 de la madrugada y llegaba ya tarde a una reunión que había sido la noche anterior en el hotel Jury’s. Albergaba la esperanza de  encontrar a  algunos de los participantes que aún pudieran estar aguantando  la barra. Iba a 100 (millas) por hora. Me sorprendí al a ver un policía a un lado de la carretera. Seguramente no podía dar crédito a sus ojos. Probablemente estaba en el turno de la primera hora de la mañana porque si no, que estaba haciendo a esas horas en un pueblo fantasma? Si estaba pensando en cruzar cuando vio que me acercaba se lo debió de pensar dos veces.

Podría haber aminorado la velocidad pero ya qué más daba … de perdidos al río! Si le hubiera golpeado a la velocidad que iba, no solamente lo habría atropellado sino que le habría mandado volando a Abbeyleix, que era el pueblo más próximo. A pesar de que estaba en la acera, dio prudentemente un paso apresurado hacia atrás y apenas le dio tiempo de levantar los brazos en señal de protesta violenta mientras yo pasaba por su lado echando leches.

Imaginé que la comisaría debía estar al otro lado de la calle. Si pensaban organizar una persecución policíal sería demasiado tarde, estaría en Dublín al paso que iba.

Solía comer pollo, me encantaba, pero desde entonces, con sólo escuchar la palabra me da escalofríos y casi me pongo enfermo.

Cuando uno de mis compañeros comensales pide pollo en un restaurante, rezo para que haya habido una pandemia vírica que hubiera exterminado de una vez por todas a todos estos bichos de la faz de la tierra. Y estoy también harto de oír la palabra pollo en un avión cuando les preguntas, ¿qué es lo que hay para comer?

Hoy tenemos pollo, Señor (claro, como cada puto día)

-¿Tiene usted plato vegetariano? ¿Tiene pescado?

-Sí, pero nos hemos quedado sin pescado!

Entonces me dicen que tengo que rellenar un formulario en internet si quiero un plato vegetariano.

Cortésmente, les digo que lo metan donde les quepa.

Hay nueces? Y podría traerme otra botella de vino, por favor?

-Blanco o tinto, Señor?

-No puedo decidir tan rápido, tráigame una de cada y de paso también unos  paquetes de frutos secos porque si no, moriré de hambre entre las nubes (estas azafatas, siempre me amargan le vida, pero supongo que ellas no tienen la culpa).

Continuará