Aunque estaba mareado y molesto por lo del pollo, me esforcé por olvidarlo y centrarme en la conducción. Estaba llegando ahora al final del pueblo de Durrow en donde se había producido el triste y desafortunado incidente. Eran sobre las 5 de la mañana y no se divisaba ni un alma. Había salido de Cork a las 3 de la madrugada y llegaba ya tarde a una reunión que había sido la noche anterior en el hotel Jury’s. Albergaba la esperanza de encontrar a algunos de los participantes que aún pudieran estar aguantando la barra. Pisé de nuevo el acelerador y no tardé nada en alcanzar otra vez una velocidad muy alta. Pero me sorprendí al a ver un policía a un lado de la carretera. Probablemente estaba en el turno de la primera hora de la mañana porque si no, que estaba haciendo a esas horas en un pueblo fantasma? Ví como me había mirado y seguramente no se lo habrá podido creer. Si estaba pensando en cruzar cuando vio que me acercaba se lo debió de pensar dos veces.
Podría haber aminorado la velocidad pero ya qué más daba … de perdidos al río! Claro, siempre que no se metiera en la puñetera calzada. Si le hubiera golpeado a la velocidad que iba, no solamente lo habría atropellado sino que le habría mandado volando a Abbeyleix, que era el pueblo más próximo. A pesar de que estaba en la acera, dio prudentemente un paso apresurado hacia atrás y apenas le dio tiempo de levantar los brazos en señal de protesta violenta mientras yo pasaba por su lado echando leches.
Imaginé que la comisaría debía estar al otro lado de la calle. Si pensaban organizar una persecución policial sería demasiado tarde, estaría en Dublín al paso que iba, jeje!
El Karma me da mucho miedo
Creo firmemente en las teorías sobre el Karma. Llegaba la hora de pagar por lo que había hecho. Ese era el pollo que estaba en la jaula. Mientras se rascaba y se revolvía me miraba violentamente, sabía que había llegado el momento. Era el diablo el que había montado todo ese horripilante escenario y actuaba a través de ese pájaro maldito. No estaba contento con ver mi situación apocalíptica. Pretendía rematarme y el bicho quería liberarse de la jaula y mutilarme hasta la muerte.
El hombre que sujetaba el armazón simplemente miró hacia adelante como si nada estuviera pasando. Vi otra vez esa figura negra en la parte final del túnel. Me indicó que avanzara. Despavorido, resistí… Ahora estaba delirando. Esto sí que era el surrealismo de verdad. Estaba prácticamente en las garras de Satán.
Tenía la mente en todas partes. Recordaba de nuevo ese viaje fatídico por carretera a Dublin en medio de la noche. Me acordé de un pensamiento miedoso que se me pasó por la cabeza. Y es cuando caí en la cuenta.
Que gilipollas soy!
Ese policía no tiene más que hacer una llamada telefónica a la comisaría del siguiente pueblo que se llamaba Abbeyleix. Bajé la velocidad. Había estado demasiado confiado. Tímidamente me acerque a Abbeyleix. Me preguntaba si había una manera de rodear el pueblo para llegar al otro lado sin tener que pasar por el centro, pero decidí arriesgar y atravesarlo ya que podría perderme en las calles secundarias o peor aún, terminar en medio del campo.
Las temibles luces azules
Pase por la calle principal con poca luz a una velocidad de funeral. No había ningún coche de policía a la vista pero por si acaso, aceleré un poco para que no me pararan por conducción temeraria
Respiré profundamente y tuve una gran sensación de alivio pero inmediamente me di cuenta de una luz destellante más adelante en el camino pero sólo era el camión de basura haciendo su ronda de la primera hora de la mañana. Justo cuando estaba a punto de salir del pueblo, ví la temible luz que esperaba no ver, un centelleo azul que parecía estar encima de una furgoneta.
Sentí un profundo escalofrío. Fui consciente de haber quemado mi último cartucho. Había estado saliéndome con la mía y ahora estaba a punto de acabar mi suerte. Me acerqué a él con resignación. Al fin y al cabo es lo que me merecía. Parecía un coche de policía pero no, era una ambulancia! Wow! Cómo se me subió la moral! Estaba junto a la última fila de casas antes de la salida del pueblo. A medida que me acercaba tenía una visión clara entre la fachada de la casa y la ambulancia. Dos hombres llevaban a alguien en una camilla. Ese alguien ya no era alguien vivo, estaba completamente cubierto por una sábana. Bajé la velocidad aún más en señal de respeto al pasar. Todavía me faltaba una hora para llegar a Dublin pero la persona en la camilla ya había llegado al final del camino. Tenía una división de sentimientos durante un rato mientras seguía mi trayecto; dos muertos y un policía afortunado, Y aun así, sentí un alivio, había pasado lo peor.
Dublin. Voy para allá!
Escuché un grito fuerte pero no formaba parte de la alucinación que estaba experimentando. Lograr comprender cómo pude estar funcionando físicamente dentro de toda esa enajenación mental con tanta cacofonía oriental acompañada de codazos y empujones, me resulta difícil de entender, una pavorosa pesadilla que vivía mientras avanzaba dando tumbos. Pero ahora había vuelto a la realidad de la China. Debí estar moviéndome en la muchedumbre a trancas y barrancas todo ese tiempo sin apenas darme cuenta. De sopetón, recibí un violento empujón acompañado de otro fuerte grito que me arrancó violentamente de mi estupor. Un chino que se encontraba detrás de mí no debía de estar demasiado contento teniendo en cuenta su forma de gritar y la manera de empujarme. Me di la vuelta para protestar, pero el tipo era mucho más grande que yo. Cambié de idea, no porque le tuviera miedo sino porque realmente creo en Hacer el amor y no la guerra. Puse la otra mejilla. Peace, brother!
Recuperé la compostura. Miré al hombre a mi lado, no había ninguna jaula y mucho menos un pollo. Y no oí a nadie que gritara Haipat.
Estos eran de hecho los pensamientos de un hombre miserable, un miedoso, un hombre con un pasado problemático y con un futuro inseguro al borde de un ataque de nervios mayúsculo. Se encontraba dentro de una densa niebla que le impedía ver más allá de su nariz.
Continuará