Cuando fui  por primera (y última) vez a China en viaje de negocios, no tenía ni idea de la lengua china, excepto para decir Ni Hao (Hola). Pero pude salir del paso y sobreviví durante los 8 días que pasé allí. Bueno, debería decir que lo conseguí hasta que llegó el último día. Shanghái se ha convertido en uno de mis lugares preferidos y lo he visitado varias veces desde entonces. Es una de las ciudades más fascinantes del mundo.

En ese último día, mientras estaba haciendo mis compras finales antes del viaje de regreso a casa en España a la tarde siguiente, hice amistad con algunos de los dueños de los puestos de una conocida plaza de mercado. El regateo había sido un tira y afloja constante y duro, pero ahora quedaba todo resuelto. Tenían curiosidad por saber lo que estaba haciendo en China. Aparte de su experto discurso de venta en inglés que cubría conceptos como Hello – American – English – table cloth – buy – sell – suits – shits – trousers – I can give – I have – special price – discount – for you – now -my friend – cheap – very good – please, además de los números hasta 900.000, no sabían decir mucho más pero pude lograr que me entendieran cuando les dije que era un profesor de idiomas y escribía libros y cursos en inglés. Cuando les enseñe mi página web en mi teléfono móvil quedaron impresionados. Les mostré la versión china de la página y de repente todos querían comprar algo. No tardaron en abrir sus propios teléfonos celulares. No sabía exactamente lo que estaba diciendo uno de ellos pero parecía que me quería decir que la foto en la página no era mía. Tuve que sacar mi pasaporte para convencerle ya que era la misma foto. Con todo, debo admitir que era de hace 8 años.

Shanghai con el iconico Pearl Tower

UN INTERCAMBIO PELIGROSO

Ahora era todo al revés. Yo era el vendedor y ellos los compradores. Uno de ellos, llamado Rooney (era el que sabía más inglés), compró un curso en el acto. Estaba claro que era el jefe. Tuvo que juguetear con su tarjeta de crédito pero se puso más contento que unas pascuas cuando su compra se materializó y yo me sentí muy halagado a pesar de que probablemente no gané más que un dólar en la venta.

Rooney dijo que se lo pasaría a sus dos chicas ayudantes, Merry y Pussy, y también al resto de sus amigos y familiares. Y tenía un montón de amiguetes dentro del mismo mercado. Se lo daría también a ellos. Bonito gesto, Rooney, bien hecho!  Tal  vez podremos trabajar a comisión.

Pero…

“Quieres decir que todos ellos también lo comprarán?” Pregunté con un poco de aprensión (eso sería ya la repera).

No me entendió del todo la primera vez pero cuando se lo repetí, me dijo:

“En China nosotros compramos primera vez, después copiar”

Lo dijo como si fuera la cosa más natural del mundo. De hecho, lo era. Bienvenido a China.

Tuve una sensación de vacío en el estómago. Esto era lo que había descubierto durante la semana anterior y lo que me había incitado a abandonar cualquier esperanza de hacer negocios con los chinos.

Al final, era justo lo que sospechaba. Al paso que iba ese tío, mi método no tardaría en adquirir un nivel viral y el sistema se vendría abajo debido a la sobrecarga masiva a que sería sometida.  La única programadora que yo tenía no sería capaz de detener esa avalancha, más bien se parecería a un tsunami, ni que decir que ella era propensa a entrar en depresiones. Preveía la fusión total de sistema en solo unos días mientras alcanzaba los rincones más remotos de la China. Era irónico. Yo moriría bañado en una gloria que solo lo sabría yo, sería mi propio éxito que me estrangularía. Entones esos chinos lo reinventarían, quitarían mi nombre como creador y lo venderían al resto del mundo mientras que yo me hundiría en el abismo más profundo.  Y todo por un dólar. Estaba cabizbajo.

A estas alturas debo admitir querido lector que, antes de mi viaje a china, mi médico de cabecera me había comentado que notó ciertos cambios en mi comportamiento mental y me dijo que habría que abordarlos a mi vuelta. Pero ampliaré sobre ese tema más adelante.

Creí a medias lo que se me cruzaba por la mente. Con todo, opté por atribuirlo a una simple e irrelevante desilusión.

UNA PROMOCIÓN DE VENTA

Entonces tuve una idea. Sólo por diversión, hice una maqueta de un anuncio de venta para uno de mis cursos llamado LPMethod. Me proporcionaron unas hojas A4 y algunos rotuladores y me puse a trabajar. A los chinos les encantan hacerse fotos con extranjeros, especialmente con los americanos. Yo no era americano pero serviría. Una foto con un extranjero era una proeza y hasta lo ponen en su curriculum. Así que tomamos algunas fotos divertidas y me hicieron prometer que los colocaría en mi blog. No era más que un poco de propaganda desenfadada y los dejé con la promesa de que mi hijo iba a llegar pronto desde el extranjero, como cualquier Cristo descendido del cielo, para comprobar sus progresos. Él venía de todos modos con un proyecto de trabajo para su compañía.

Cuando estaba saliendo de ese lugar, cargado con bolsas de plástico, me costó creer que efectivamente yo había entrado en un mercado chino en China y les había vendido algo. Menuda sorpresa! Esto era una experiencia que el dinero no podía comprar. Descarté del todo ya esa idea media loca que había tenido sobre el robo de mi propiedad intelectual Y así que dejé el mercado de muy buen humor.

Merry, Pussy, el autor y Rooney

LAS PRIMERAS DUDAS

Eran alrededor de las 7 de la tarde. En mi camino al mercado cuatro horas antes, no había tenido problemas para encontrarlo en una tarde de otoño gloriosamente soleada. Los habitantes de Shanghai, aunque seguramente que no lo sabrían,  estaban teniendo un veranillo de San Martín. Nada más emerger de las profundidades de la estación de metro me di cuenta de una oleada de niños chinos que hacían el recorrido en la dirección contraria a mí. Quedaba muy claro dónde estaba el mercado ya que, además de ser un camino recto bastante sencillo, la mayoría de los jóvenes agitaba banderas con el nombre del mercado escrito en letras romanas. Además, llevaban globos con el logotipo del mercado. Estaba claro que habían hecho una excursión hasta allí.

Pero ahora, cuando me iba, estaba anocheciendo rápidamente. En un abrir y cerrar de ojos, la situación había cambiado radicalmente. A pesar de este escenario tenebroso, adopté una actitud entusiasta (bueno, una vez tuve que dormir solo en el medio de un bosque con sólo una bicicleta como manta).  Me puse a caminar con decisión firme hacia la estación de metro.

Sólo me llevaría 10 minutos llegar hasta allí y sabía que, a pesar de que tendría que hacer un cambio complejo dentro del laberíntico paso subterráneo – lo cual es común en los grandes nudos ferroviarios de cualquier red de metro del mundo-  no serían más de cuatro o cinco paradas a mi destino. Pero yo sabía a dónde iba. Me había asegurado de estudiarlo bien y había tomado apuntes porque no podía fallar allí. Hmm … es una pena que no hiciera una fotografía para poder mostrarla a los transeúntes para que supieran que este era el lugar que estaba buscando. No importa, porque estaría de vuelta en mi hotel en poco tiempo.

Continuará…

En el próximo capítulo:

Sin embargo, las primeras dudas no tardaron en surgir …